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viernes, 16 de octubre de 2009

El reino de los Gigantes


Este si que fue un viaje magnífico. Recuerdo cómo las olas danzaban frente a nosotros y el viento soplaba las velas para guiarnos. Cada vez nos acercábamos más hacia lo increíble.

De las aguas tan cristalinas se asomaban los peces para saludarnos y los delfines no dejaban de cantar y saltar. Ellos anunciaban nuestra llegada.

El sol, brillaba mucho más que el que había conocido en otro tiempo. Hacía que nuestros cuerpos se iluminaran por completo.

Un ave llegó de pronto a nuestro lado. Era la más hermosa que haya podido ver jamás, sus plumas parecían tener todos los colores del arco iris… y resplandecían. Se quedó a nuestro lado.

A lo lejos pudimos ver una isla con y en ella, enorme puerta. Al llegar, una bandada de aves como la que nos acompañaba comenzó a volar sobre nosotros formando un gran círculo en el cielo.

Las puerta se abrieron y dos gigantes salieron a nuestro encuentro.

- ¡Caramba! -me dije. Si nuestros cuerpos estaban iluminados ¡¿Cómo estaban ellos?! Eran la luz hecha forma. Tan perfectos, tan espléndidos, tan divinos.

Bajamos del barco – en nuestra altura no les llegábamos ni a los talones- y nos dijeron:

- Sus cuerpos no sirven en este lugar, necesitamos ver sus Espíritus, ¿están dispuestos a dejar atrás sus cuerpos?

Esa pregunta fue sólo para ratificar pues ya todos los que habíamos abordado ese barco habíamos decidido dar hasta la vida por tener un espacio en el reino.

Nuestros cuerpos comenzaron a descascarase y a caer y un Gigante comenzó a crecer en cada uno de nosotros. Nos volvimos luz.

Aquellos dos Gigantes, que eran los guardianes del reino, abrieron paso a un sendero y las aves fueron a sobrevolarlo. Nos pidieron que las siguiéramos y así lo hicimos.

Esta isla con una gran puerta, dio origen a todo un Universo…

Un nuevo Gigante llegó volando y se posó frente a nosotros.

- Los llevaré con el Rey –dijo. Y todos empezamos a andar tras él.

Mientras caminábamos muchos seres de luz jugaban a nuestro alrededor, todos reían y se exaltaban, ¡cuánto gozo! Todo era una verdadera fiesta, parecía como si nos hubiesen esperado hace mucho tiempo.

Cuando llegamos al palacio un banquete estuvo dispuesto para nosotros. Si bien todo era de luz, tenía forma de lo que alguna vez conocí como manzanas, como uvas, como papas, entre otras cosas.

De las tribunas comenzaron a asomarse Gigantes, animales, aves y una melodía y desde el trono el Rey exclamó:

- Bienvenidos todos

Hasta entonces todo me había parecido lo más hermoso jamás antes visto, pero el Rey… al Rey no podía explicarlo, describirlo con palabras. Mi dicha creció a niveles incomprensibles, lloré. ¡Cuánto amor deslumbrando nuestros ojos! ¡Cuánta más luz era el Rey, que de haber permanecido con mis ojos humanos, habría quedado ciego!

Las bellas aves de color se acercaron al Rey y este les dio la orden de volverse a ellos y entonces, en un acto sublime, volaron en el centro del palacio. Todos observábamos con asombro y ellas, en el movimiento de sus alas, dejaron caer un polvo dorado y a medida que se elevaban, se iban transformando también en luz.

Cuando su metamorfosis estuvo completa, cuatro Gigantes recogieron el polvo dorado y se lo llevaron al Rey.

El Rey nos llamó adelante y dijo:

- Son ustedes parte de este reino ahora, han sido obedientes y fieles a mi aun cuando no me conocían. Por eso les he dejado un lugar aquí, por eso forman parte de mi, por eso serán ahora eternos y permaneceremos juntos por siempre, ¡Que continúe la fiesta!”

No sé cuánto tiempo llevamos en fiesta, pero me he dado un espacio para escribiros a vosotros que están abajo. Sé que el barco del reino de los Gigantes pasa siempre esperando que valientes crean en este mundo. Las condiciones para abordar son claras y si no te crees capaz, descuida. Las aves de este reino en su vuelo dejan caer el polvo que los hará fuertes, todo lo podrán. Sólo ten fe y verás un día cuán “Excelso” es este reino… el reino de los Gigantes.

Bienvenida